Vivimos tiempos complicados, dónde los intentos por instaurar un Nuevo Orden Mundial hacen sentir sus consecuencias en forma recurrente sobre la ya debilitada soberanía del Estado-nación. No es de extrañar entonces, que la Argentina tienda a “reproducir” fenómenos extraños a su idiosincrasia, provenientes de los centros de poder mundial y proclives a afianzar el grado de indefensión que sufre nuestro país.
No olvidemos que el autoproclamado “Nuevo Orden”, aspira a barrer con todas las fronteras y los estados nacionales, para instaurar un único gobierno mundial. El fenómeno al que nos referimos y que algunos “desorientados” quieren imponer, no es otro que el del “bipartidismo” y el de la tan declamada “libertad sindical”.
Para lo primero se pretende amalgamar a todas las fuerzas políticas, en torno a un peronismo ya quebrado, en un partido de “centro derecha” y otro de “centro izquierda” (a la usanza de los países del G-7 y EEUU). Y para lo segundo, se busca quebrar el modelo sindical peronista.
En el desarrollo de lo que intentamos demostrar, tiene una importancia clave el año 1989. Ese año cayó el muro de Berlín (y con él definitivamente el marxismo en su vía leninista), se disolvió la URSS, y fue proclamado, por George Bush (padre), después de la Primera Guerra del Golfo, el nacimiento del mentado “Nuevo Orden Mundial”, bajo la forma de las “democracias liberales de occidente”. En realidad este nuevo ordenamiento lo que se proponía es el establecimiento de un pensamiento único y hegemónico en lo político, a través de la instauración de un único Gobierno de carácter privado, manejado por el “establishment” usurero-financiero-tecnotrónico-petrolero-mundial (plutocracia), para lo cual era necesario la supresión de toda frontera y por ende del estado-nación y la desaparición de las religiones, sobre todo, la católica (el lamento “progresista” ante la elección del Papa Franciso es una muestra de lo que decimos).
Uno de los máximos teóricos del Nuevo Orden, Brzezinski, en su libro “La era Tecnotrónica” decía: “El eje esencial de los conflictos ya no se sitúa entre el mundo occidental y el mundo comunista, sino entre los países desarrollados y los que aún no lo están. El estado-nación, en cuanto a unidad fundamental de la vida organizada del hombre, ha dejado de ser la fuerza creativa: los bancos internacionales y corporaciones multinacionales actúan y planifican en términos que llevan mucha ventaja sobre los conceptos políticos del Estado Nación. Los gobiernos sólo sirven ya para disponer de una autoridad capaz de controlar los desórdenes internos que se producen en su zona de actuación”.
Para destruir definitivamente el estado-nación debe fragmentárselo, vaciarlo de contenido, aniquilar sus movimientos nacionales, “aggiornar” la opinión de los partidos políticos al discurso “políticamente correcto”, que no cuestionen los ejes esenciales del proyecto mundialista; sino que al contrario, sean aliados o parte de él, a la vez que se procura aniquilar los cuerpos intermedios de la comunidad, especialmente a los sindicatos.
Estos organismos supraestatales, no muy conocidos para el público en general, son: el CFR (Council of ForeignRelations), la Trilateral Commission, RIIA, Grupo Bilderberg, etc. A su vez actúan en los organismos formales, verdaderas “herramientas de superficie” de esta dictadura mundial como la ONU, la OIT, el FMI, el Banco Mundial, la Corte Internacional de Justicia, la OTAN, etc. Estas conocidas instituciones son la cara visible de aquellos poderes ocultos. Por ello no podemos permitir la ruptura del movimiento nacional; en la Argentina encarnado por el peronismo, si es que aún no es tarde para impedirlo. Pero no nos desalentemos, pues como señalamos al inicio, hay esperanzas, y a nuestro criterio no provienen de la rama partidocrática –creemos que definitivamente entregada- sino del campo gremial. Pero aún en el movimiento obrero organizado tenemos que decir que por allí, también el diablo metió la cola…
No olvidemos el “fallo de la Corte Suprema”, a pedido del kirchnerismo, sobre la “obligación de otorgar personaría gremial a la CTA”. No hay nada de inocente en esto. Se busca destruir el modelo sindical de Perón, y con él, barrer el último ladrillo que queda en pie del peronismo a secas, sin aditamentos. Pero qué nos dice el maestro Alberto Buela sobre la CTA: “Es una variante de la versión socialdemócrata con el agregado de que, bajo la máscara de “democratización de los gremios”, esconden la búsqueda del debilitamiento de los mismos.
Hay que ampliar la democracia sindical mediante la habilitación a los sindicatos simplemente inscriptos, aunque no tengan personería gremial, en la participación de la discusión en los convenios colectivos de trabajo. Y que estos convenios sean aprobados o no, después, por los trabajadores representados en asamblea, plebiscito, o voto directo.
Esa propuesta de falsa democratización sindical, quiebra la representación gremial orgánica, dada en la personería gremial, y permite la creación de cuantos gremios se quieran por empresa o rama de producción, lo que forzosamente anarquizaría la discusión del convenio y la representación genuina de los trabajadores. Ello conlleva, necesariamente, a una pérdida sustancial del poder sindical, tanto ante las cámaras respectivas como ante el gobierno”.
Mientras la vieja guardia gremial se distrae en la partidocracia liberal, emergen nuevas generaciones de dirigentes sindicales. Y sí bien algunos, por acción u omisión, son funcionales a la destrucción del modelo sindical peronista; otros no sólo lo defienden sino que redoblan la apuesta capacitando sus cuadros para tratar de retomar el camino correcto. El dilema es de hierro: se está con la partidocracia o en la batalla cultural por la recuperación y restauración del peronismo; se está con el “cuento” de la “libertad sindical” y “la amplitud” hacia modelos como el de la social democracia o con el modelo sindical de Perón. La eterna batalla, como siempre, sigue siendo: LIBERACION O DEPENDENCIA.
* FEDERICO GASTON ADDISI es dirigente justicialista (historiador y escritor), director de Cultura de la Fundación Rucci en CGT, miembro del Instituto de Revisionismo Historico J. M. de Rosas, miembro del Instituto de Filosofía INFIP, diplomado en Antropología Cristiana (FASTA) y diplomado en Relaciones Internaciones (UAI).
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