jueves, 16 de abril de 2015

ANTE LA MUERTE DE EDUARDO GALEANO Y SU DISCURSO ANTIHISPANISTA

 

 


Sr. Eduardo Galeano

Mucho me hubiese gustado conocerlo en alguna orilla del Plata para expresarle estas palabras personalmente. Respecto a su discurso donde mezcla la epopeya española y el imperialismo anglosajón,  quiero dejarle estas líneas, deseándole de todo corazón que este viendo la verdad eterna y su alma se haya reconciliado con Dios y pueda descansar en paz.  En principio, nadie duda que en la conquista del Nuevo Mundo hubiera abusos, como pasa siempre, aún hoy, cuando se encuentran poblaciones que se desconocen;  solo que el resultado final fue una civilización donde los naturales salieron favorecidos en el balance final. ¿Qué hubiera sido de ellos si Inglaterra hubiese llegado como luego llegó a partir de 1810 al imponer las revoluciones secesionistas? Los hubiesen exterminado como hicieron los liberales anglófilos uruguayos que no dejaron un charrúa vivo, llegando a vender a los últimos a un zoológico belga. Sí, los uruguayos ya independientes y llenos de frases sacadas del Paris de 1789, vendieron indios como esclavos y estos fueron rescatados por el pueblo belga, que fue movido a la misericordia por su piedad católica, esa piedad que usted rechazaba dado que es hijo del laicismo uruguayo, característica intelectual que impide discernir la historia en sus valores escatológicos. Característica artificial para quitarnos la fe que nos unía a ambos lados de la misma Argentina. Solo el muy católico Artigas, que incluso fue catequista en su exilio en Paraguay, defendía como hermanos a los indios charrúas. Y por su identidad cristiana, nunca dejó de sentirse argentino, aunque el estado uruguayo lo suba al altar de padre de la patria; por el contrario, fue un auténtico Protector de los pueblos libres, por ende, de los charrúas también.

¿Y si los chinos hubiesen coronado con éxito sus expediciones a América? ¿Qué hubiese pasado? Bueno, llegaron asiáticos hace miles de años y aquí se quedaron, no volvieron a Asia y su cultura no llevó un avance paralelo a sus primos que quedaron en China o Mongolia. Fueron decayendo hasta no reconocerse entre ellos y matarse y dominarse, esclavizarse e incluso comerse unos a otros. Hablar a la distancia, del respeto a todas las culturas, es muy cómodo con termo y mate en la mano, pero si a uno le toca ser la víctima propiciatoria en un altar de sacrificios humanos, ya ahí cambia la cosa.

¿Y si Rusia hubiese continuado su extensión más allá de la Alaska rusa? Habría chocado con las primeras tribus, tal vez los hubiesen evangelizado a su manera, ¿cómo lo hicieron con los esteparios de Siberia, donde algunos estudios acusan a los rusos de genocidio? Pero fue voluntad de Dios, sí ese Dios pescador de almas e hijo de un carpintero pobre, aunque de sangre real y enemigo de la usura que, gracias a la América hispana, occidente fuera católico y no ortodoxo ruso ni mucho menos confucionista. La historia fue así. Y en ese discurrir, hubo hazañas, progresos, abusos, alegrías y desgracias, héroes y pusilánimes, generosos y avaros, santos y pecadores, como lo es la humanidad desde el pecado original. Disneylandia es solo un juego, en la realidad no existe y las utopías nos alejan de lo bueno, no nos hacen caminar como alguna vez usted dijo, sino retroceder, por lo general de manera sangrienta. Pero cada vez que se pudo, España puso límites tanto a la barbarie indígena que terminó por abandonar la antropofagia y los sacrificios humanos, como al abuso de los encomenderos, muchos de los cuales, se duda que fuesen auténticamente españoles de fe y origen. Las Leyes de Indias que protegían a los pueblos indígenas fueron la base del Derecho internacional, así que aún con abusos, las cosas se hicieron mejor de lo que estaban y de lo que habrían realizado los ingleses u holandeses, poco proclives a respetar vidas ajenas, pero sí a pagar plumas vernáculas para denostar a nuestra civilización. Pero, ¡recuerde, compatriota de la Banda Oriental, que los verdaderos abusos hacia los naturales, provinieron de los revolucionarios que les quitaron las tierras, a partir de mayo de 1810, en nombre de un igualitarismo que ellos no practicaron, sino que se enriquecieron sirviendo a Londres! Y prueba de eso, fue que la mayoría de las tropas realistas estuvieron formadas por negros e indios libres, incluso algunos, y no pocos, con grado de generales que, sin dar un paso atrás ni ceder a los cantos de sirenas seudo libertadoras, pagaron con sus vidas su fidelidad a un ideario de civilización cristiana. ¿Hemos avanzado en estos doscientos años o nos fuimos dividiendo con un siglo XIX pleno de guerras internas continuadoras de la gran guerra civil que significó el habernos dividido en veinticinco países? ¿Somos más fuertes que cuando juntos conformábamos una potencia con moneda única que circulaba hasta en oriente y África, o lo somos ahora con monedas depreciadas continuamente y sin peso internacional entre las naciones más poderosas? Hoy estamos en el umbral de una nueva secesión territorial y nadie reacciona sino que critica 1492 sin ver que desde 1982 nos quitaron parte del Mar Argentino, islas y Antártida. Y lo siguen haciendo, avanzando sobre nuestros intereses. Y esa quita no es a los argentinos y chilenos nada más, es a todos los pueblos hispanoamericanos, que desunidos somos cada vez, notoriamente más débiles.

En dos siglos, pocas veces se pudo sublevar el subsuelo de la patria formada con estas Españas americanas. Y los que lo intentaron terminaron fusilados o perseguidos hasta después de muertos.

Usted escribió muchas páginas, algunas de ellas llevaron a muchos jóvenes a morir por una ideología que no nos llevaba a ninguna solución. Esa es su carga. Las palabras no son neutras, cada una de ellas tiene un peso que perdura en el tiempo. Por eso, vale la pena analizar las cosas como son y cómo fueron en verdad, para saber cómo y cuándo nos caímos al pozo y así saber que debemos hacer para salir de él y qué hacer luego con nuestro destino, para poder escribir nuestras propias páginas en ese muy difícil libro que es la historia universal.

 

Por Patricio Lons

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