lunes, 24 de diciembre de 2012

Dr. Pablo Bava Bussalino: La amistad construida en el tiempo



 Doctor Pablo Bava Bussalino



Escribe Dra. Mary I. L. Mitchell

Gracias a la familia de Pablo: a su esposa Stella y a sus hijos por darme esta oportunidad de recordarlo al cumplirse dos años de ausencia.
Es posible que amigos más cercanos tuvieran prioridad para expresarse en esta oportunidad, pero estoy segura que todos quienes realmente lo conocimos coincidimos en que si algo nos dejó y perdura, es el respeto y el cuidado de la “amistad” que con presencia inalterada supo ir construyendo con su forma de “ser” educada y calida, día a día y a través de los años, en su trayectoria en busca de las relaciones humanas, siempre posible cuando se comparten valores esenciales, mas allá de las disidencias formales.
Conocí a Pablo en los pasillos de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata y no fueron las coincidencias, sino los enfrentamientos ideológicos de dos enfoques estudiantiles entonces irreconciliables en lo político, histórico, y sociológico, los que pusieron nuestros ideales con banderías de distinto color en esos tiempos.
Corrían los últimos años de la década del cincuenta: teníamos toda la rebeldía- inexperta pero incontaminada- de la juventud que, sin intereses personales, nos llevó desde distintas posiciones a enfrentar una realidad que queríamos cambiar en injusticias sociales, libertades ciudadanas, sistema de enseñanza, etc.
En mi caso, encontré ese espacio en la agrupación reformista “Unión Universitaria” de la Facultad de Derecho (la de los Rajneri, Bravo, Balbín (hijo), Sergio Karacachof y tantos otros que después llevaron esos ideales a sus vidas profesionales, algunos con altos costos).
La Reforma Universitaria (la del movimiento estudiantil cordobés del año 1918: unión obrero estudiantil, extensión universitaria, enseñanza publica, gratuita y laica, etc.) instaló proyectos en busca de una sociedad mas justa: sin exclusiones: y sobre todo, de respeto a los derechos de la libertad del hombre y del ciudadano, con tolerancia y solidaridad.
Pablo militó fuera del movimiento reformista, en la agrupación “Estudiantes Libres”, fuertemente nacionalista y encuadrada dentro de plataformas políticas venidas del revisionismo histórico, y también con altos ideales sostenidos con sus propias formas. Desde esta óptica, enfrentadas con la reformista.
Con esa distinta ubicación de pensamiento- político y social-, fuimos “opositores” en la militancia estudiantil.

Ya profesionales, nuevamente ambos radicados en Junín y con amigos en común, quedaron atrás las vallas de las diferencias ideológicas y sin resignarlas, pudimos empezar razonablemente y con madurez adulta, a discutirlas mediante un dialogo constructivo e instructivo.
Habíamos crecido intelectualmente: podíamos confrontar opiniones sin imponerlas. Y estas comenzaron a enseñarnos a ser “amigos” con base en el respeto por las ideas del otro.
Y en ese intercambio de puntos de vista, en esta segunda etapa, aprendí a replantear algunos conocimientos a través de los contundentes argumentos expuestos por Pablo en crítica a la historia clásica argentina, y fuerte defensa al revisionismo (sobre Rosas, Rivadavia, Perón, las tierras de los pueblos originarios y el despojo de las campañas al desierto, etc.).
La disidencia fundada es el mayor de los aportes que podemos dar para que la verdad surja: solo se necesita que se la escuche y razone.
Pablo pudo transmitir sus verdades desde el estudio de la “otra” historia argentina.
Tan convincente fueron sus fundamentos, que me hicieron, algunos de ellos, volver a pensar sobre hechos y acontecimientos pasados en el país enseñados con otro relato. Y desde ese replanteo, conocer mejor la realidad.
Así de simple fue el comienzo de nuestra amistad; cuando empezamos a entender que aun sin coincidencias de opiniones, e incluso, con algunos enfoques que eran irreconciliables, pero no por eso, menos dignos de consideración, respeto y tolerancia por las posiciones del otro.
En lo ideológico, Pablo fue un hombre duro y frontal.
En lo personal, humilde y siempre dispuesto a ayudar a sus amigos y a la gente: solidario con las necesidades de los demás, nunca ausente donde se lo necesitaba. Fue buena persona. Acompañó a sus amigos en malos momentos y lo hizo de la manera más difícil: llevándoles su compañía con calidez y comprensión, porque esa era su forma de “ser” naturalmente humanitaria.
Es decir, detrás de ese hombre recio en sus convicciones políticas, situadas en el otro extremo de planteos opuestos, con su humildad personal hizo posible construir vínculos de amistad con cimientos sólidos. Y desde allí, ayudar con solidaridad sin que lo llamen: la calidad humana de Pablo apoyó a mi familia en tiempos largos de enfermedad, que nos hace estimarlo en su real dimensión cristiana.
Por todo esto, lo extrañamos mucho: porque con sus actos acompañó a sus amigos, más allá de cualquier otro factor de distancia.

Fuente: www.laverdadonline.com

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