El caso Alain Soral.
La tradición recobrada de los intelectuales comprometidos.
por Manuel Fernández Espinosa – Solo en Francia puede haber un Alain Soral (o al menos, solo en Francia lo hay).
El país galo cuenta entre sus seculares tradiciones con la figura del “intelectual comprometido” (engagé). En el siglo XVIII se llamaron “philosophes” y trabajaron con variable intensidad en la propagación de los ideales iluministas, en el siglo XIX formaron las legiones de la prensa, desde la legitimista hasta la socialista, pasando por la liberal; a principios del siglo XX daba la matraca Rémy de Gourmont y, por el lado católico, aunque muy individualista, Léon Bloy; estaban los militantes de Acción Francesa y se abrían paso los comunistas. Más adelante asistimos a la puesta de moda de Jean Paul Sartre y Albert Camus. Es en esta larga tradición en la que cabe ubicar a nuestro contemporáneo: Alain Soral, casi un desconocido en España y del que queremos ofrecer aquí una breve semblanza; siquiera para llamar la atención del público hispanohablante sobre la actividad que Soral desarrolla en Francia.
Soral nació en 1958 y procede de las filas comunistas. Es ensayista y conferenciante y, durante su juventud, frecuentó los ambientes contra-culturales, algunos aseveraran que fue punk. Con el tiempo, la evolución de su pensamiento lo ha llevado a una crítica demoledora de todo lo que pasa por “políticamente correcto”. Ahí está Soral, combatiendo toda suerte de lobbys: desde el feminista hasta el homosexual, sin arrugarse frente a la LICRA (Ligue Internationale Contre le Racisme et l’Antisémitisme; que -por cierto- abrirá pronto su sede en Barcelona: ver aquí). Alain Soral se ha convertido en la bestia negra del pensamiento dominante en Francia y, en particular, es la pesadilla del Primer Ministro de Francia, el socialista barcelonés Manuel Valls. Y esto debido a la solidaridad que Soral ha manifestado para con el humorista Dieudonné. En el año 2013 fundó EGALITÉ ET RÉCONCILIATION (ver aquí) que es, a día de hoy, uno de los blogs políticos más seguidos internacionalmente en la red.
Sus posiciones políticas podrían sintetizarse en una convergencia entre las reivindicaciones sociales de lo que (permítasenos llamar) izquierda y los valores tradicionalmente sostenidos por eso que convengamos en llamar “derecha” (como son soberanía nacional y familia natural). Soral se ha convertido, debido a su polemismo, en una figura de referencia en Francia: un líder de opinión que no cesa de lanzar publicaciones y llamamientos para concienciar a sus compatriotas de todo aquello que considera perjudicial para el bien común.
En España es harto difícil que aparezca un Alain Soral. No contamos con más tradición de intelectuales comprometidos que los antaño curas de púlpito y aquella minoría de socialistas, comunistas y anarquistas que leían y escribían. Pero nuestro clero desmanteló los artísticos púlpitos, para venderlos a los marchantes de arte, tras las prisas de modernización que siguieron al Concilio Vaticano II y nuestra izquierda, forzoso es admitirlo, no ha salido de su federalismo internacionalista; sin que parezca que con ella vaya ninguna noción de España. Sin embargo, no nos preocupemos, ahí tenemos los corrinchos de opinadores periodistas (algunos de los cuales no pierden la butaca de la tertulia, pese a su pavorosa ignorancia histórica y filosófica), siempre prestos a pasearse en la pantalla de nuestros televisores, prontos a verter los lugares comunes y los topicazos de una de las dos alas a las que, respectivamente, sirven. Nuestros tele-tertulianos son las voces de sus amos: el placebo del ciudadano bonachón que cree encontrar en las soflamas que les oyen el eco de sus sordos pensamientos. Estos opinantes, estamos hartos de verlo, se muestran incapaces de poner el grito en el cielo para denunciar todas las cochinadas que se nos hacen a diario. Todo lo más sirven para remachar la línea del PP o del PSOE, depende de para cual de los dos estén empleados. Y frente a fenómenos electorales como Pablo Iglesias y PODEMOS, ya los hemos visto, no van más allá del insulto: tal vez por una cosa tan sencilla como que Pablo Iglesias puede hablarles de Antonio Gramsci y ellos, en su estulticia, hasta pensarán que se trata de un director de cine del realismo italiano. En fin…
Por nuestro bien, va siendo hora de que en España levante la cabeza algún Alain Soral.
Fuente: Raigambre
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